Con el Puente Morandi, las privatizaciones caen en el abismo

 

André Araujo en MSIA Informa

Los fanáticos de las privatizaciones, gurús de varios candidatos presidenciales brasileños, deberían al menos registrar la tragedia del Puente Morandi, en Génova, el cual cayó por falta de mantenimiento. Un puente privatizado para la empresa Autostrade del Grupo Atlantia, controlada por la familia Benetton y que tiene casi 1600 kilómetros de carreteras concesionadas en Brasil en los estados de Sao Paulo y Minas Gerais.

 

En Italia, Autostrade tiene 6000 kilómetros de concesiones, con falta de mantenimiento y notorios desgastes en puentes, que ahora expone la prensa italiana y la revista inglesa The Economist en su último número.

 

El derrumbe del Puente Morandi causó la muerte de 43 personas y un cataclismo político en Italia.

 

No solamente fue la desdicha humana de los muertos y afectados, el puente es vital para la conexión de Génova y de Liguria; sin el puente, se quiebra todo el sistema vial de Génova. La construcción de un nuevo puente de acero se llevará por lo menos ocho meses. Génova sufrirá.

 

TRAGEDIA ANUNCIADA

El Puente Morandi era una tragedia anunciada, la cual además de las victimas fallecidas dejó a más de 500 personas sin hogar. Similar a la tragedia de la gigante minera compañía de Vale de Río Doce (ubicada en el estado brasileño de Minas Gerais); ambos casos generados por la obsesión del recorte de costos. Cuantos más costos reducen, mayores bonos ganan los administradores, y recortar costos para generar ganancias es ahora una disciplina enseñada en los cursos de administración de empresas en la matriz ideológica del capitalismo global.

 

En los noticiarios de la cadena RAI, algunos profesores de las mejores universidades italianas exhibieron informes de los pasados cinco años, otros de hace dos años, indicando que el Puente Morandi presentaba una peligrosa corrosión y que la concesionaria no quiso conocer y jugó con el riesgo; lo mismo fue con la empresa Samarco de Minas Gerais donde no faltaron avisos de la posibilidad del estallido de la presa Mariana.

 

Hoy, la lógica de los grandes gestores de fondos es entrar y salir de posiciones, comprar y vender activos.

 

Por ejemplo, en Brasil, gran parte de las privatizaciones cambió de manos, algunas, varias veces. La CESP de São Paulo (Compañía de Energía) fue comprada por la estadounidense Duke Energy y está la vendió a los chinos; la Usiminas y las siderúrgicas privatizadas cambiaron de dueño; la CPFL fue comprada por Camargo Correa y ahora fue vendida a la State Grid china, la Light Río cambió de manos cuatro veces. La telefonía se convirtió en una cloaca de transacciones malolientes y terminaron en la quiebra de la empresa Oi, después de haber sido desangrada por los grupos de compradores originales.

 

En servicios públicos esenciales, se entrega el destino de grandes empresas a especuladores de corto plazo, sin ningún otro compromiso que no sea el lucro financiero rápido.

 

LOS MISMOS CEREBROS

Hoy predican la privatización de empresas estratégicas, como la Eletrobras y la Petrobras, las cuales serán compradas y descuartizadas por grupos especulativos, casi ciertamente extranjeros, vendidas en pedazos, con la quiebra de un sistema integrado de intereses estratégicos. Hoy, cuando se propone la privatización de grandes estatales, la palabra cierta es desnacionalización, una Petrobras será disputada por la Chevron, BP o Sinopec.

 

De las 20 mayores empresas petroleras del mundo, 13 son estatales, incluyendo las cuatro mayores, no hay ninguna ola de privatizaciones en el mundo. La era de las privatizaciones acabó con el neoliberalismo de Thatcher y Reagan, especialmente, después de la crisis de 2008, cuando el Tesoro estadounidense salvó 200 empresas privadas que irían a la quiebra, incluyendo la General Motors y el Citibank. La crisis de 2008, jugó en el basurero de la Historia el mito de la eficiencia perfecta de los mercados, nadie más habla de eso.

 

Los desastres de Mariana y de Génova muestran los límites de las privatizaciones, la droga de la ganancia a corto plazo contra cualquier otro objetivo. El abandono de la noción del interés público pone en riesgo grandes sistemas integrados, a los cuales les tomó décadas ser levantados.

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